Mi estancia erasmus en Estocolmo andaba acabando, en poco mas de un mes volvería a mi ciudad natal, pero no habia sucedido aun todo lo que tenía que suceder. Los exámenes habían acabado y esa misma semana tenia la visita de dos amigos, el loco y emea. Sucedió que en la última fiesta de la universidad, mis amigos y yo hicimos el burro como nunca, y a un nivel tan alto que nisiquiera los obreros mas experimentados del lugar podrian soñar en alcanzar. Y allí andábamos nosotros cada uno a su manera, contemplando las mujeres del norte y no tan del norte y diciendo lo que pensábamos de ellas en voz alta, eso si, en valenciano.
Esa fiesta fue una de las mejores, sino la mejor de todo el año, pero la cosa no acababa ahí. Como era lógico, para haber montado tal espectáculo, previamente nos habiamos provisionado de alcohol, bastante alcohol, por lo que la noche pasó en un momento entre risas y comentarios. Aquella misma noche tuvo lugar la gran party in the bathroom.
Cuando la fiesta acabó, demasiado pronto para nuestro gusto, cogimos el metro para volver a casa, y alli sucedió. Mientras algunos amigos subían señales de tráfico al metro (cosa que disgustó al trenista), derepente yo me vi hablando con una chica pelirroja que me atrapó. Yo aun seguía bastate contento, por no decir borracho, pero en aquel momento aquella chica me pareció la única en el mundo. En un momento el mundo se paró y nos pusimos a hablar de vinos y quizás algo mas que no recuerdo. Ella iba con un amigo, creo, y los dos llevaban un brick de vino de chile y copas de cristal y no dudaron en invitarme a una copa y hacer un brindis, así fue como llegamos al asunto del vino. Mientras seguíamos hablando de vinos y yo me perdía en su mirada, el metro llegaba a mi parada, solo era una desde el lugar donde había tenido la fiesta. El metro ya estaba abriendo las puertas y a toda prisa le pregunte si podía darme su correo, facebook o su telefono ya que tenía que volverla a ver, pero ya no había tiempo, los pitidos que indicaban que la puerta se cerraba empezaron a sonar y mis amigos ya estaban bajo así que bajando del metro le pregunte por su nombre, "sana elvi", y las puertas se cerraron para siempre.
A toda prisa me dispuse a sacar el móvil para apuntar su nombre y buscarla por algun lugar en cuanto estuviera en condiciones. Sabía que debía volverla a ver como fuera y que debía encontrarla. Los siguientes días estuve buscando sana elvi por el facebook y similares, y preguntando como se escribía a los suecos, pero no pude encontrarla.
A día de hoy me arrepiento de no haberme quedado en ese vagón, aunque fuera el último metro de la noche ya me las habría apañado para volver a casa, eso no habría importado ahora. Me arrepiento mucho de no haberme quedado en el metro solo para ver lo que pasaba aunque quizás esta historia ya no fuera tan pastelosa como es, pero al menos no me quedaría con la duda de saber que podría haber pasado con aquella chica que me atrapó y me invitó a vino.
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